Jueves, 28 Junio 2012

Tantas veces Lima

Cómo disfrutar al máximo el tiempo en la capital del Perú, una ciudad hospitalaria, divertida y gourmet.
Conocer Lima es un acto de magia. Es como ingresar al túnel del tiempo, donde puedes poner un pie en el pasado y otro en el futuro en un pestañeo.

Si pasea, por ejemplo, por algunas calles del exclusivo distrito de Miraflores, se encontrará de pronto ante una descomunal pirámide de barro llamada la Huaca Pucllana, donde verá a los arqueólogos desenterrando in situ los secretos guardados desde hace casi dos mil años por la cultura Lima, y que convive sin sobresaltos con un barrio de  restaurantes, boutiques, librerías y cines. De la misma manera, en el distrito financiero de San Isidro, en medio de lujosos centros comerciales, se levanta la impresionante Huaca Huallamarca. Pasado y modernidad: dos umbrales que solo en Lima se trasponen con una pasmosa naturalidad.

Vivir frente al mar es un privilegio para cualquier ciudad del mundo, y Lima, la única capital de América del Sur construida a orillas del Pacífico, posee un espléndido malecón, formado por un conjunto de parques, ideal para la ensoñación poética y para enamorarse de esta (y en esta) ciudad. Ilustres vecinos del océano, como el premio Nobel de Literatura,  Mario Vargas Llosa, pueden respirar su fresco aire matinal, o contemplar sus inigualables crepúsculos en verano. Mucha gente aprovecha la vereda para trotar frente al espejo marino. Otros, más audaces, trepan a uno de los parapentes alquilados cerca al faro de Miraflores, y vuelan sobre el mar y los acantilados –guiados por un instructor- reflejando su silueta en los ventanales de edificios vanguardistas mientras sienten lo que sienten las aves.

Paladar privilegiado

Dicen que Lima es la capital gastronómica de América. Dicen que los paisajes más atractivos de esta ciudad son sus platos de comida. Dicen que si en otros lugares del planeta la gente habita en valles, montañas y desiertos, en Lima viven en exquisitos restaurantes. Dicen tantas cosas sabrosas sobre Lima. Y todas son ciertas.

Lima tiene restaurantes tan seductores, por su arquitectura y atención al cliente, como su apetitosa carta de comida. Entre ellos figuran Las Brujas de Cachiche, La Rosa Naútica, y El Bolivariano, que antes fue el antiguo convento de la Magdalena.

Pero también hay restaurantes cuya abundancia de platos son una muestra de la fertilidad de la naturaleza en el Perú. Como el clásico José Antonio, el Francesco, y el Central. Lima, por supuesto, cuenta con restaurantes de cocina de autor, donde cada potaje es una aventura única e irrepetible.

Dentro de este movimiento culinario se encuentran los establecimientos de Rafael, Malabar, Punto de Fuego, Mayta, y Rodrigo, que ofrece sus canelones de quinua caramelizados rellenos de foie gras, higos, huevos de codorniz y helado de queso parmesano.

Como cualquier ciudad acariciada por el mar, la gastronomía limeña le debe parte de su encanto gastronómico a sus pescados y mariscos. Las cebicherías –cuyo plato de bandera es el cebiche: pescado cocido en limón y sumergido en ají, cebolla y sal- son los templos del sabor que ofrecen inigualables presentaciones con los frutos del mar. En la avenida La Mar, muy cerca de la Costa Verde que baña Miraflores, hay cebicherías cuya fama se transmite de boca en boca, como La Mar, Pescados Capitales, Cinco Esquinas, y La Red. Hay platillos que incitan al pecado de la gula: pulpitos a la parrilla, tacu tacu con camarones en salsa de queso, un cebiche de lenguado con langostinos.

Y, como debe ser, en algunos restaurantes se rinde culto a alimentos milenarios, como la papa, tan bien representada en el local Mi Causa, todo un homenaje a este tradicional plato hecho con el ancestral tubérculo andino. O en el Señorío de Sulco, donde revaloran antiguas recetas como la huatia. Si bien las cartas pueden ser como museos vivos, también tiene arte moderno, como el helado de coca.

Paradójicamente, en muchos lujosos hoteles destacan restaurantes que ofrecen lo mejor de la culinaria popular. Allí, no puede dejar de pedir un piqueo criollo, que es una colección de hasta nueve platillos distintos en miniatura –entre otros, el ají de gallina, papa a la huancaína, cau cau, olluquito y la patita con maní- y acompáñelo con chicha morada.

En todo caso, debe ser precavido, el riesgo de adentrarse en esta noble cocina que ha sabido fusionar los gustos nativos con los extranjeros, es que podría retardar su regreso a casa.

Mirada al pasado

Lima fue la joya más codiciada del Virreinato de España, y durante trescientos años la ciudad más rica de América. A falta de palacios para sus reyes, florecieron en ella iglesias que guardan valiosas colecciones de arte, no puede dejar de conocer el templo de San Francisco: sus finas pinturas coloniales, su añeja biblioteca con más de veinte mil volúmenes, y sus famosas catacumbas, donde reposan alrededor de setenta mil cuerpos de monjes y vecinos ordenados en círculos concéntricos en espera de su reencarnación. Asimismo, sobrias y hermosas, las casonas de origen colonial, le han dado carácter y un merecido prestigio arquitectónico al centro histórico de Lima.  En este tour son paradas obligadas la Casa de Riva Agüero, el Palacio de Osambela, y la Casona de la Universidad Nacional de San Marcos. Todavía es posible atisbar, entrecerrando los ojos, a las célebres “tapadas limeñas”, ocultándose tras preciosos balcones, como en la época de los virreyes.

Lima es además una ciudad de museos fastuosos que guardan el oro y la plata y los tesoros inmateriales de las culturas prehispánicas. Museos como el Larco Herrera, especializado en arte precolombino, se encuentra en una mansión virreinal erigida, a su vez, sobre una pirámide del siglo VII. Destacan sus colecciones de oro y plata, y su sala de huacos eróticos. Mientras que en el Museo de Arte de Lima se pueden recorrer por tres mil años de historia: desde la cerámica chavín, pasando por los mantos paracas, hasta llegar a pintores y escultores de la actualidad. Convenientemente ubicado en la plaza Bolívar, bello escenario de Pueblo Libre, el Museo de Arqueología, Antropología e Historia posee piezas emblemáticas de la arqueología peruana como la Estela Raimondi y el Obelisco Tello, obras maestras de la cultura Chavín.

Fin de fiesta

Precisamente, en Pueblo Libre, en medio de casonas de jardines familiares, se encuentra la Bodega Santiago Queirolo, con vinos y piscos de su propia cosecha que se pueden degustar en su bar. Sus puertas batientes hacen recordar las cantinas del lejano oeste, las viejas fotografías y artefactos que adornan las paredes también remiten a viejas épocas, pero apenas uno se sienta alrededor de las mesas de mármol la fiesta se instala en el local. La noche es siempre joven en Lima. Sino pregúntenle al argentino Fito Páez, al cantante español Joaquín Sabina, o al bailarín de flamenco Joaquín Cortés, que han terminado el festejo en añejos bares cuyos contertulios celebran con entusiasmo su talento.

En San Isidro, las barras de sus restaurantes son propicias para departir con tragos y piqueos. Pero si buscas un buen pisco sour, entonces acude a La Calesa. En Miraflores, vale la pena caer en La Esquina, por su variada tabla de vinos y tablas de queso. En Barranco, una hermosa casona antigua recibe a los parroquianos de Ayahuasca. Mientras que, uno frente al otro, se ubican Santos y Picas, bares de moda, con sus listas de sours de frutas exóticas.

Lima es, pues, una ciudad que calma la más fina sed en bares legendarios y modernos, que combinan los conciertos en vivo, las rocolas y la música lounge. Si lo suyo es más tranquilo, entonces pida una cerveza bien fría, pierda su mirada en el mar, y deje que la tarde decida su destino.

¿Qué hacer?

En medio día
Recorra la Plaza Mayor, ingrese a la Catedral y a las catacumbas de San Francisco. Luego camine por el jirón de La Unión y llegue hasta la Plaza San Martín. Si tiene tiempo visite el centro comercial Larcomar, de lo más trendy, en Miraflores. O la feria artesanal, en la avenida Petit Thouars, en el mismo distrito.

En un día
Acudir al sitio arqueológico de Pachacámac, media hora al sur de Lima, uno de los más majestuosos del país con sus grandes templos piramidales y edificios con rampas. Fue el lugar de peregrinación más importante del Antiguo Perú. Si esta fuera su opción, conviene que almuerce en la Hacienda Mamacona, donde también se puede montar el comodísimo caballo de paso. Aproveche el resto del tiempo para apreciar notables joyerías de plata como Ilaria, Casa Banchero, Carati, Mili y Joyería Aldo. Y finos tejidos de auquénidos en Kuna y Alpaca 111.

En un fin de semana
A tres horas al sur de Lima se halla la Reserva Nacional de Paracas, con abundante vida marina, y extraordinarias playas. Todo se facilita con la existencia de hoteles cinco estrellas (La Hacienda, El Doubletree, El Libertador) frente al limpio mar turquesa. Los más intrépidos pueden aventurarse hasta la laguna Huacachina, un oasis en pleno desierto, cuyas nobles dunas se pueden recorrer en tubulares y sandboard.

 

L/D

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