Martes, 19 Febrero 2013

La Macarena, al final del humedal

Montevideo Oeste es uno de los sectores que integra el Conglomerado de Turismo de Montevideo.
Hace tiempo que quería aceptar la invitación de algunos de los establecimientos que forman ese grupo, pero a veces uno se deja estar, o no se da la ocasión. La excusa fue acompañar a un colega argentino, invitado por el Conglomerado para cubrir “Descubrí Montevideo Gastronómico”.

por María Shaw


Un lindo y caluroso mediodía de sábado llegamos al Yacht Club Uruguayo, en Santiago Vázquez, mirando a los puentes sobre la desembocadura del Santa Lucía en el Río de la Plata. Las mesas ubicadas en el jardín, a la sombra de los árboles.

Yacht Club Uruguayo de Santiago Vázquez

Allí fuimos recibidos por Elizabeth y su equipo. Como estábamos en la semana Gastronómica, sugirieron el menú criollo: chorizo con salsa criolla, panes caseros y una inmensa tira de asado con ensalada; yo me tenté con las famosas pastas del lugar: ravioles rellenos con jamón y queso y salsa de brócoli.

Elizabeth da la bienvenida a los colegas de Clarín


No llegamos a degustar algunos de los postres caseros, ya que fuimos hasta el vecino restaurante del Club Alemán de Remo, donde Víctor nos dio la bienvenida con una de las especialidades de la casa: strudel de manzana con helado de crema. La vista al río, a los yates y veleros, a una gran piscina y jardín, invitaban a quedarse.

Piscina y entorno del Club Alemán de Remo de Santiago Vázquez


Pero debíamos partir hacia La Macarena, en Rincón de Melilla. Transitamos por caminos rodeados de chacras frutícolas y viñedos, hasta llegar al Cno. Paja Brava, para encontrarnos con un establecimiento muy especial. Especiales también son sus propietarios: Mariano Elzaurdia y Graciela Díaz, que nos esperaban con Natalia Galbiati, la coordinadora del lugar. Y qué lugar!!!

Invita a entrar... La Macarena, al final del humedal


Empecemos por recordar que se encuentra a sólo 30 minutos en auto del centro de la capital, ubicado en el último rincón de departamento de Montevideo, prácticamente en los límites con los departamentos de Canelones y San José. Y eso es lo más asombroso, encontrar un lugar “al final del humedal”, donde la biodiversidad y la producción marcan el ritmo de la gente y contagia a los visitantes.

Los dueños de casa y los visitantes, una charla cómoda y amena

Hay una rústica y confortable construcción de madera, que alberga el restaurante, un salón para reuniones en el que también funciona una boutique donde venden su producción y el de otros vecinos: fruta, miel, dulces; y un piso superior que oficia de mirador para observación de aves y otras especies. La casa está rodeada de un gran tajamar, un puente de madera y cuerda, que invita a entrar.


Unos hermosos álamos plateados dan sombra a las mesas, y hay distintos rincones para disfrutar. El tiempo transcurre lento, entre charlas y anécdotas. Y nos explican cómo llegaron aquí hace 15 años, para quedarse y ocuparse de esta tierra de 85 hectáreas, 40 de ellas ocupadas por el humedal. En las otras 45 hectáreas productivas, cultivan manzanas, duraznos, ciruelas, peras, arándanos y olivos.

“Queremos transferir lo que nosotros sentimos” dijo más de una vez Mariano Elzaurdia, y lo logra!!

El dueño de casa explica detalles del monte nativo

También explica que las plantaciones frutícolas, en su mayoría de árboles de hoja caduca, destinadas a la exportación son el principal fin económico de la empresa, que se ha preocupado en mantener el marco natural necesario para respetar el equilibrio ecológico de árboles, animales y medio ambiente.

Nos trepamos a una “zorra” tirada por un tractor y partimos hacia los senderos abiertos en el monte nativo, para luego caminar entre ceibos, espinillos, acacias, coronillas, madreselvas, con carteles identificatorios de la flora.

Paseo en "zorra" por las instalaciones de La Macarena

Y lo más esperado: nos embarcamos en la “Garza Mora”, una embarcación con capacidad para 9 pasajeros, para navegar por cañadas rodeadas de juncos, pajas bravas, y variedad de especies autóctonas y alguna que creció por allí con semillas transportadas por las aves. Llegamos hasta el río El Colorado (que a su vez desemboca en el Santa Lucía), en un lindísimo paseo de unos 40 minutos. Esta es una zona de frágiles humedales de agua salobre, ya que cuando hay “sudestada” entra el agua del Río de la Plata, que suele inundar toda el área. Es un escenario agreste e increíblemente desconocido.

El Colorado


Este es el único establecimiento frutícola con humedales en la zona, abierta al turismo, tanto nacional como extranjero, así como a estudiantes y grupos empresariales. Los visitantes suelen llegar en grupos ó solos, atraídos por el misterio del humedal. El restaurante que sirve almuerzo y té, tiene capacidad para unos 80 comensales; el programa de día completo (de 10 a 17 horas) tiene un valor de $ 600 con almuerzo incluido, y $ 200 el paseo en barco.

Y ya invitaron a “La Noche de San Juan” el 23 de junio, donde su famosa “queimada” ahuyenta el frío… Pero esa es otra historia. Por ahora, vale la pena ir a conocerlos. www.alfinaldelhumedal.com


 

L/D

www.cipetur.com